Lo que usualmente la gente hace, es extraer a los moluscos gasterópodos de su hábitat natural e introducirlos en un medio metálico y cilíndrico, también conocido como "olla", a la que se le hecha agua fría a la altura que se estime conveniente.
Posteriormente, se acomoda la olla en alguna superficie calurosa, algunos humanoides utilizan el horno-cocina, donde alegremente se puede regular la temperatura, se recomienda situarla a lo que vulgarmente se denomina "fuego lento".
Una vez realizada esta tarea, se puede apreciar, si gusta usted, en el ahora hábitat del animal, la repentina extroversion de la parte de los tentaculos de sus ojos y de también, su vientre carnoso hacia el exterior acuático de la olla. Si el observador pone mucha atención, logrará notar cierto ambiente festivo en el recipiente metálico, como si los caracoles estuvieran cómodos . Por defecto, una vez transcurrido cierto tiempo en el agua tibia, los gasterópodos se despegan completamente de su casa-concha, hasta llegar al punto de nadar como babosas dentro de la olla.
En este preciso instante, el observador debe olvidarse de todas las cosas bonitas que acaba de ver; debe levantar su mano y dirigirla hacia el regulador de temperatura de su aparato, para elevarla a la máxima capacidad; el animal, por su lado, no nota que comienza su proceso de cocción; que el observador ahora se convierte en cocinero; que lo va a colar y le retirará todos los pedazos del mundo-concha que pueda encontrar; que buscará otro recipiente metálico, lo acomodará nuevamente en otro lugar dentro del mismo horno-cocina; que a este, sin embargo, le agregara aceite, ajo, pimiento, y condimentos a gusto y lo freirá para después añadir esta obra de arte, que es el cementerio de caracoles.