Una gran parte de las galaxias albergan en su centro un agujero negro, y existe una gran probabilidad que, cuando dos de ellas chocan, induce que los dos agujeros negros puedan pasar muy cerca uno del otro.
Cuando ocurre este acontecimiento, existen varias posibilidades. Ambos agujeros negros pueden satelizarse uno alrededor del otro y quedarse así, como las estrellas binarias. Es sin embargo factible que, en respuesta a diversas reacciones de gravitación con estrellas cercanas o con el polvo interestelar, hubiera pérdida del momento angular que conlleve a una aproximación progresiva de sus órbitas y, al cabo del tiempo, al contacto y a la fusión de ambos agujeros negros. Esta fusión lleva a la brutal liberación de una cantidad fenomenal de energía bajo la forma de ondas gravitacionales. Pero éstas son emitidas en una dirección, y el agujero negro recibe, por reacción, un impulso en la dirección opuesta. Según las simulaciones, ésta es capaz de propulsarlo a varios millares de kilómetros por segundo, y de hecho, el agujero negro observado por Komossa y su equipo presenta una velocidad de escape de 2.650 kilómetros por segundo. "La fuerza de atracción de la galaxia entera es incapaz de retener un objeto que se aleja a tal velocidad, y el agujero negro se lanza definitivamente hacia el espacio intergaláctico", explica Stefanie Komossa.
Estas colisiones y fusiones deberían dejar numerosos agujeros negros solitarios, así como galaxias sin agujero negro, en cierta forma desnucleadas.

Conjunto de dos galaxias en colisión. Se muestra también, unos chorros de onda de radio sumergidos en una vasta nube de radiación. Los chorros provienen de la proximidad de dos agujeros negros supermasivos.
Cuando ocurre este acontecimiento, existen varias posibilidades. Ambos agujeros negros pueden satelizarse uno alrededor del otro y quedarse así, como las estrellas binarias. Es sin embargo factible que, en respuesta a diversas reacciones de gravitación con estrellas cercanas o con el polvo interestelar, hubiera pérdida del momento angular que conlleve a una aproximación progresiva de sus órbitas y, al cabo del tiempo, al contacto y a la fusión de ambos agujeros negros. Esta fusión lleva a la brutal liberación de una cantidad fenomenal de energía bajo la forma de ondas gravitacionales. Pero éstas son emitidas en una dirección, y el agujero negro recibe, por reacción, un impulso en la dirección opuesta. Según las simulaciones, ésta es capaz de propulsarlo a varios millares de kilómetros por segundo, y de hecho, el agujero negro observado por Komossa y su equipo presenta una velocidad de escape de 2.650 kilómetros por segundo. "La fuerza de atracción de la galaxia entera es incapaz de retener un objeto que se aleja a tal velocidad, y el agujero negro se lanza definitivamente hacia el espacio intergaláctico", explica Stefanie Komossa.
Estas colisiones y fusiones deberían dejar numerosos agujeros negros solitarios, así como galaxias sin agujero negro, en cierta forma desnucleadas.
